domingo, mayo 31, 2009

 

El diario sobre San José: 29 y 30 de mayo


29 de mayo:

San José poseía tan perfectamente la virtud de la esperanza, que apoyado en la fidelidad de Dios principalmente, nunca hubo contra ella ni el más ligero desliz; y acostumbrado a esperar contra la misma esperanza, se servía de la oración, como alma y raíz de la más sólida virtud.

30 de mayo:

José con la esperanza, siempre era paciente en sus trabajos; y poseyó de la manera más completa esa divina esperanza, que es uno de los grandes tesoros de la vida y su principal patrimonio; por esto siempre los verdaderos josefinos llegarán con su esperanza al puerto seguro de la salvación, porque por sus reglas vivirán con la debida pureza de corazón y de alma.

jueves, mayo 28, 2009

 

El diario sobre San José: 28 de mayo


Contempla a san José, esperando contra toda esperanza en Belén, en Egipto, en Nazaret; y pídele poder exclamar un día: en ti oh José he esperado, y espero no seré confundido.
¡Oh, quién así se entregara a san José! Verdaderamente que pronto se haría un santo.
Felices los miembros de la familia josefina, que así esperaren en su Padre san José.

miércoles, mayo 27, 2009

 

El diario sobre San José: 27 de mayo


San José en sólo la pérdida de Jesús,
padeció en aquellos tres días tanto dolor, que superó a todos los dolores que padecieron todos los mártires juntos.


Que san José me alcance que repita siete veces al día: creo en Dios; espero en Dios; amo a Dios; pésame en el alma de haber ofendido a mi Dios; y que desde ahora me abrace con el dolor de mis pecados hasta derramar mi sangre: y trabajar lo más posible para extender tu devoción por todo el mundo.

martes, mayo 26, 2009

 

El diario sobre San José: 26 de mayo




Viva, viva san José por su vivísima fe;
y que viva en los corazones de la familia josefina; y viva de modo que siempre haya entre los josefinos quienes procuren hacer lo mejor con su cuerpo y sentidos.

lunes, mayo 25, 2009

 

El diario sobre San José: 25 de mayo



¡Oh José poderoso protector de la Iglesia universal!
Sé para nosotros un modelo perfectísimo de verdaderos creyentes, iluminando de tal suerte nuestro entendimiento, que de hecho estemos dispuestos a perderlo todo aún la misma vida, antes que aventurar joya de todo valor que es la fe, cuyas luces nos enseñarán el gran mérito de la perfección religiosa que llega a hacer siempre y en todo lo mejor.

domingo, mayo 24, 2009

 

El diario sobre San José: 24 de mayo



¡Oh fe santa la de san José!


¡Oh fe poderosa que iluminó con sus admirables destellos toda su vida prodigiosa!
Pidámosle a san José, que como gran protector de nosotros los miembros de la familia josefina nos comunique una fe viva, sencilla, pura, íntegra, y que nos comunique la fortaleza de obrar según los principios de la fe, principalmente, acostumbrándonos a hacer caso de cosas pequeñas para que voluntariamente nunca hagamos un pecado.

sábado, mayo 23, 2009

 

DEL VADEMECUM DEL P. VILASECA

Pensamientos sobre san José
México 2 de mayo de 1854,

El Señor San José. Ite ad Ioseph. Génesis 41, 55.

1º. Motivos y medios. Exordio: No fue la casualidad, sino Dios, cuya providencia se extiende a todo, quien me dio el nombre, ¿y para qué fin? a no dudarlo para que con ejemplo de mi santo patrón me enardeciese en el servicio y amor de Dios. Por consiguiente debo imitar a mi Sto. patrón, pues que Dios lo quiere.


La Iglesia también me lo exige. Esta cuidadosa madre introdujo la loable costumbre de dar el nombre de un Sto. a los que recibiesen el Sto. bautismo, para que desde sus más tiernos años siguiesen sus virtudes y por este medio aumentar conmigo el número de los santos.
Me lo exige finalmente el mismo nombre. Si la fe sin las obras de nada aprovecha, cuanto menos el nombre sin ellas ¿Y puede darse en efecto cosa más contraria a la razón que tener el nombre de un apóstol, de un mártir, de una virgen, y no obstante vivir en la disolución, en la impaciencia, en la tibieza?


De lo que debo concluir que a la imitación de las virtudes de mi santo patrón me obliga Dios que lo quiere, pues para esto me dio el nombre; me lo exige la Iglesia, y para esto me lo puso; me lo exige él mismo, porque de lo contrario sólo sirve para deshonrarme; y estos son tres motivos cual más poderosos y que convienen a todos los santos.


Pero el Santo cuyo sujeto es la presente conferencia es un Santo tan especial, tan extraordinario y tan singular que ninguno puede competir; de lo que concluía que los motivos para serle devoto necesariamente habían de ser especiales, extraordinarios y singulares. Pocos a la verdad me acudían pero eran los suficientes para que con todo ahínco lo procurase.
Sea el primero, la intervención de S. José para con Dios - en la necesidad que tiene un misionero de gracias especiales para desempeñar debidamente sus encargos - que ninguno es más a propósito para alcanzarlas que S. S. José cuya intervención para con Dios es grande, poderosa y eficaz.


- Lo es por su alta dignidad - como el Espíritu Santo nos da una idea de ella cuando le llama esposo de María y padre de Jesús - que es la más alta dignidad de la tierra y de los cielos - que esta estimación con que es tenido hace que su intervención para con Dios sea la más grande.
Lo es también por su poder - que los más grandes hechos que admira el misionero son nada en comparación del legítimo poder que ejerció siendo el S. de la casa de María - cuán grande sea el poder del esposo de una reina poderosa - cual será el del esposo de aquella Señora que es la reina, etc., cuyo excelso trono está sostenido por los nueve coros angélicos - el deseo de María para que su esposo fuese encumbrado en este mundo - que lo manifestó dándole las pruebas más señaladas de su purísimo amor, de su obediencia y sumisión, etc. Cuanto más querrá que sea sublimado ahora que está en el cielo en cuyo lugar se practican las virtudes con toda perfección - ¿cómo podrá Dios versar las gracias a aquel a quien confía su madre y aun su mismo Hijo?

Lo es también por su heroica santidad - que ha sido el varón más adornado de gracias espirituales y naturales - que de lo contrario no se habría confiado a su custodia lo que Dios más ha amado - que el mismo David nos lo asegura diciendo: que el que anda con los impíos se pervierte y el que se acompaña con los justos se santifica - la santidad de un san Antonio por haber tenido al Niño Jesús en sus brazos - ¿Cuál había de ser la de aquél que trataba continuamente con la bendita entre todas las mujeres y con aquél que es santo por esencia? - que Dios ha prometido dar al que pidiere ¿cuanto más lo concederá al S. S. José que es más santo de los nacidos de mujer?

2º. El ser modelo y el más perfecto de la vida de un misionero - ¿En qué consiste la vida de un misionero? -la humildad y la obediencia han de ser los polos de un misionero -de una [manera] singular y la más perfecta brillaron estas dos virtudes en el S. S. José
- su humildad en quererse apartar de su esposa sabiendo que era escogida por madre de Dios
- su obediencia en tomar a María por consorte al mandato del ángel, en ir a Jerusalén, en huir a Egipto, que obedeció sin la menor réplica, que el justo Job preguntaba la causa de su castigo, David se quejaba amargamente en su destierro, que ninguna queja salió de los labios del S. S. José, que tampoco deseaba volver a su patria.
3º. El ser el patrón de los novicios - que una de las causas principales fue por su sencillez y simplicidad en sus operaciones - que los patriarcas sobresalieron todos en la práctica de alguna y este santo en todas - pero era no obstante su virtud característica la sencillez que es una de las virtudes que han de brillar en un misionero - por consiguiente estamos todos en cierto modo obligados a imitar a éste en el ejercicio de sus virtudes y singularmente en la humildad, obediencia y sencillez.

4º. ¿En qué debe consistir la devoción al S. S. José?


- No en rezar ciertas oraciones ni en hacerle novenas porque esto de nada nos serviría si no llevase por fundamento el cumplimiento de la ley y observancia de las Reglas. Primero, en una grande reverencia en las cosas y lugares sagrados - que esa calidad brilló en S. S. José de una manera no común pues tenía, trataba y tocaba al S. de los Santos. Y en segundo lugar, en un exacto y puntual cumplimiento de todas las Reglas del S. noviciado y esto mismo es lo que me sirve de medio para imitarlo el cual me parece ser el más a propósito. Pido al S. esta gracia y se aumenta mi confianza al pensar que la Virgen María le diría esas.


La divina Providencia ha puesto en mis manos los tesoros de sus gracias y a quién puedo fiar mejor su económica distribución que a ti, José, a ti a cuya custodia fuí yo mismo confiado. Esas palabras me animen a pedirle esta gracia con una santa importunación aunque veía cuán distante estaba, etc.”

 

SIGAMOS LEYENDO LA VIDA DEL P. VILASECA

UN GRAN DEVOTO DE MARIA Y SU ESPOSO SAN JOSÉ


José Jaime Sebastián deja su patria para radicarse en México.
A la edad de 22 años, habiendo estudiado dos años de filosofía en el Seminario de Barcelona; cuando trabajaba como sacristán en la parroquia de Santa Ana; bien convencido de que Dios lo llamaba para otras cosas; después de haber superado todas las pruebas y vencido gravísimas dificultades, el domingo 26 de diciembre de 1852 se despidió de su familia con gusto y alegría y se embarcó en la fragata Servandita, anclada en el puerto de Barcelona.

Al día siguiente, lunes 27, la fragata levó anclas y emprendió la ruta con dirección al puerto de Cádiz, en donde se detuvo varios días. José Vilaseca y sus compañeros, mientras se embarcaban de nuevo, se hospedaron en el hospital que las Hermanas de la Caridad tenían en esa ciudad. La fragata partió de Cádiz el 1 de febrero de 1853 y llegó al puerto de Veracruz, México, el 20 de marzo.


Los viajeros prosiguieron el viaje en diligencia, único medio de transporte en aquella época. Las 93 leguas de distancia entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México se recorrían en cuatro etapas, una cada día.


El P.. Vilaseca recordaba más tarde que su llegada a la capital mexicana había tenido lugar el viernes santo de 1853, 25 de marzo.


En esta fecha el Arzobispo de la arquidiócesis de México era Don Lázaro de la Garza y Ballesteros. La Presidencia de la República estaba vacante, pues el 17 de marzo de 1853 la Cámara de Diputados había nombrado como Presidente al General Antonio López de Santa Anna, pero éste prestó juramento y tomó posesión de la Presidencia hasta el 20 de abril.

En cuanto a la filosofía, consta que el p. Vilaseca estudió dos años cuando estaba en Barcelona.

Él mismo escribió esta nota en los apuntes “Nuestro Tesoro” de Madre Cesarita:

“El año 1850 comenzó a estudiar filosofía, y concluidos los dos años, bien convencido de que Dios lo llamaba para otras cosas, después de haber vencido gravísimas dificultades, el 26 de Diciembre de 1852 se embarcó en el puerto de Barcelona”.

En una conferencia que dio el p. Vilaseca a los Misioneros Josefinos el 27 de diciembre de 1889, sobre las principales virtudes de san Juan, apóstol y evangelista, les dijo:

“Todavía me acuerdo muy bien cuando yo quería dejar mi país y venir a las Américas a ejercer mi ministerio. Siempre me acordaré de mi confesor, quien, al haberle comunicado mi resolución, me dijo: ‘¿estás resuelto? Pues bien, vamos a la práctica. Espera que pasen seis meses y harás esto y esto.’ Pasaron los seis meses, y me dijo: ‘muy bien lo has hecho, espera que pasen otros seis meses y harás esto y esto.’ También pasaron estos seis meses y me dijo: ‘todo está muy bien, ahora espera que pase otro año y durante él te ejercitarás en esto y esto.’ De esta manera me hizo pasar tres años desde aquel día que me vino la idea de venir a las Américas, hasta que me embarqué, y nunca me ha venido siquiera un pensamiento que me acuse de que yo me equivoqué en mi vocación. Y ¿cómo me había de equivocar, si en todo oía la voz de Dios?”

En otras conferencias que dio a sus hijos e hijas, recordando los principios de su vocación, dejaba entender lo mucho que le costó desprenderse de los sentimientos familiares. Sufrió mucho, siendo novicio, porque no le entregaban pronto unas cartas que le habían llegado de España. En una ocasión les habló así:


Voy a contaros lo que a mí me pasó, para que no se dejen engañar. Recién llegado yo a México, aunque es cierto que tuve yo fuerzas para dejar a mi padre y a mi madre, y aun a mis hermanos, y tuve fuerzas para verlos acompañándome llorando, pero sin embargo, yo les dije: ‘padres míos, primero es Dios’. Sin embargo, se quedó el corazón de carne dentro. Cuando, ved ahí, que a los dos meses de estar yo, viene un falso hermano y me dice, -oigan bien todos, un falso hermano, uno de esos que bajo la capa del bien hacen el mal muy grande-, pues bien, entra el hermano y me dice: ‘acaba de llegar carta para ti’. ¡Que me van a entregar la carta!... ¡ay!... ¡si no me la darán!... ¡ay!... pero ¿cuándo será? El maestro de novicios no me dice nada. Y tienen ustedes que a los ocho días de estar yo así me tienen con un dolor tan grande y a la vez con un ejército de pensamientos que se habían establecido en mi pobre cabeza, que no era para menos. Cuando, ved ahí, que estando yo en estas aflicciones, me dije en mi oración: ‘¡Dios mío! Pues ¿qué es ese cambio que yo siento dentro de mi corazón?’... Me dije: ‘¡tonto! Conque después de haber dejado a tu padre, a tu madre, a tus amigos, hermanos, después de haberlos dejado con tanto gusto y con tanta alegría y ahora por una triste carta ¿vienes a perder tu paz y tu tranquilidad, y aun lo que es más, si se quiere, por poco aun hasta tu santa, santa vocación si así sigues?’ Y me dije: ‘¡No, no, no es justo, abajo cartas!’ Y aún recuerdo que me costó, creo que sí, más de seis meses para poder vencer esa idea de mi miserable tontera y de mi pobre corazón, despegar esa idea de la familia. Y recuerdo que luego que leí el tratado de la conformidad unas seis u ocho veces, luego que lo leí, el tratado de la conformidad con la voluntad de Dios, ya no pensé ni en mi padre, ni en mi madre, ni en mis hermanos, y nada más en mi santa vocación.”


José Vilaseca en la escuela de san Vicente de Paúl (1853-1856).

Al llegar el joven José Vilaseca a la capital mexicana, -viernes santo, 25 de marzo de 1853-, sin dejar pasar mucho tiempo empezó los ejercicios espirituales de preparación a la toma de hábito, ejercicios que hizo con tanto fervor que marcaron en su vida un camino constante hacia la perfección. El así los recordaba:

“Desde que salí de los santos ejercicios formé este propósito de consagrarme a Dios, me cueste lo que me costare, y con esta santa resolución pedí ser admitido [al noviciado], lo cual obtuve.”

Con esta preparación tomó el hábito de misionero paulino el sábado de la semana de pascua, 2 de abril de 1853, a las 6 de la mañana, en la Casa central de las Hermanas de la Caridad, situada en la Plazuela de Villamil. Su maestro de noviciado fue el p. Juan Boquet.

“El 2 de abril de 1853, vestí la sotana de Misionero de S. Vicente,” decía el Padre Vilaseca.

El acontecimiento es tan importante para el p. Vilaseca, que queda gravado en su corazón, de modo que, aunque deja de ser paulino, lo sigue recordando y celebrando cuantas veces puede, como consta en el recuerdo que hace el 2 de abril de 1901, cuando ya han pasado 48 años. Dos años antes de su muerte en plática que daba a unas niñas, les dijo:

“Hoy hace, amadas niñas, 55 años que era yo lo que vosotras sois ahora, una persona del mundo; pero tal día como hoy [2 de abril], después de haber hecho los santos ejercicios, tal día como hoy me consagré a Dios mediante el cambio de vestido, tal día como hoy dejé de ser del mundo y comencé a ser de Dios; tal día como hoy dejé a un lado la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, para comenzar a ser todo de nuestro Señor; tal día como hoy recibí, en fin, la sagrada sotana de misionero y dejé el mundo, el demonio y la carne, y me dediqué todo a Dios.”

Noviciado feliz y bien aprovechado.

Se tienen pocas noticias sobre la época del noviciado del joven Vilaseca, pero, por los recuerdos que él guardaba, se puede conocer que pasó un noviciado feliz y muy bien aprovechado, cumpliendo con fervor y fidelidad las prácticas propias de los novicios. En una ocasión dijo a las Hermanas Josefinas:

“Algunas veces he pensado yo, hijas mías, por qué Dios nuestro Señor, en su bondad y misericordia, me dio un noviciado tan feliz, me dio un estudiantado tan feliz, un sacerdocio tan feliz. ¿Sabéis por qué? Porque desde el principio se gravó en mi corazón esta sentencia: ‘no pedir ni rehusar nada’”.

En otra ocasión predicaba a los Misioneros Josefinos y les dijo:

“Yo todavía recuerdo cuando era novicio, cómo barría los corredores, y en verdad hace uno ejercicio”.

Una característica muy especial del noviciado del p. Vilaseca es que se propuso no desperdiciar ni un instante del tiempo que le quedaba libre después de cumplir fielmente el reglamento, o como él decía, ‘estar siempre útilmente ocupado’.

Para esto, desde un principio empezó a escribir lo que él llamará su Vademécum, o sea, una serie de esquemas amplios sobre temas que pensaba le podrían servir más tarde en su ministerio sacerdotal, como misionero, en sermones, pláticas, ejercicios, etc. Esta actividad le sirvió mucho espiritualmente pues no le dejaba tiempo ni para murmurar. Tratando de este Vademécum, decía a sus hijos:

“Lo formé de las pláticas que nos hacía el maestro de novicios, de las conferencias que nos daba el Superior y de los santos ejercicios que recibíamos. Ved ahí lo que es mi Vademécum. Les aseguro con verdad, que mientras estuve ocupado en esto, nunca murmuré, porque ¿de qué había de murmurar, si apenas tenía tiempo de mis ocupaciones?”. Marzo 1, 1889, Pláticas a los MJ, t. 2, p. 107

En este Vademécum encontramos una reflexión que hizo sobre el nombre de José que recibió en el bautismo. Es muy importante, porque la devoción que se acrecentó en su corazón hacia su Patrón para invocarlo, imitarlo y ponerse bajo su protección no solamente le sirvió de estímulo durante el tiempo del noviciado, sino que fue como el alma de todo su apostolado futuro. Escribió la reflexión en una forma esquemática, como para desarrollarla posteriormente, pero se alcanza a apreciar el fruto que obtuvo de ella.

 

Pensamiento: 23 de mayo (El diario sobre San José)


LA ADMIRABLE FE DE SAN JOSÉ.

Considera a san José que en fuerza de su fe, veía al cumplimiento de todas las promesas de los libros santos; y veía a millones de millones de hombres y mujeres de toda edad y condición, que no sólo adorarían como a Dios, a su hijo el carpintero, sino que derramarían gustosos su sangre y despreciarían los halagos por creerle Dios, por confesar su fe en él, y por protestarle su amor. ¡Oh admirable fe de san José!

En fuerza de tu fe acostúmbrate a hacer caso de cosas pequeñas para que no caigas en pecado mortal, y ni venial hecho a sabiendas.

viernes, mayo 22, 2009

 

UN GRAN DEVOTO DE MARIA Y SU ESPOSO SAN JOSÉ


PRIMERA ENTREGA
JOSÉ MARÍA VILASECA, DISCÍPULO Y MISIONERO DE JESÚS

Consagrémonos del todo a san José, para honrarlo y glorificarlo con toda clase de buenas obras y para darlo a conocer entre los fieles según las luces de la Biblia, las obras de los santos padres y sentencias de los doctores josefinos, con las noticias todas de la más verídica tradición.
(Humildad no. 15)


Estamos en el año jubilar del centenario de la dichosa Pascua del P. José María Vilaseca.
Es por eso que el Centro Josefino de Chile, con el deseo de dar a conocer la vida y obra del fundador de nuestra familia Josefina les ofrece este resumen de su vida.

Conviene destacar que aquel que en su bautismo recibió el nombre de José y así fue conocido durante muchos años de su vida, es un ejemplo para la Iglesia que camina en las Américas y que iluminada por los documentos de Aparecida quiere ser Iglesia de verdaderos discípulos misioneros.

José María, como se llamará desde su profesión religiosa, fue discípulo y misionero bajo el patrocinio de San José y, según su experiencia de gran amante de María, fue ella la que le regaló la gracia de conocer, amar, imitar y querer dar a conocer a su esposo San José.
San José va delante de nosotros en la Evangelización, decía Vilaseca.
Lo mismo digamos nosotros, siguiendo sus pasos,
a 100 años de su Pascua.

Santiago de Chile, 19 de mayo de 2009.

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José María Vilaseca, gran devoto de San José y apóstol de la Educación y de las Misiones, padre y fundador de la familia josefina, formada por los Misioneros de San José, las Hermanas Josefinas y la Asociación Universal de San José, nació el 19 de enero de 1831, en la ciudad de Igualada, en Cataluña, Obispado de Vich, España.

Acta de bautismo de José Jaime Sebastián, Igualada, 19 de enero de 1831.
Libro de bautismos (1827-1831), año 1831, n. 42.

“El día diecinueve de Enero de mil ochocientos treinta y uno, en esta parroquial iglesia de Sta. María de la Villa de Igualada, Obispado de Vich, el Rdo. Juan Morell Pbro. Ecónomo de una vicaría perpetua de la misma, bautizó solemnemente a José Jaime Sebastián, nacido el mismo día, hijo legítimo y natural de Jaime Vilaseca, sastre, y de Francisca Aguilera cónyuges, de ésta: fueron padrinos José Vilaseca, marchante de Montbuy, abuelo paterno, y Magdalena Rovira de Villafranca, tía materna, esposa de Antonio Aguilera, alpargatero, de ésta, todos vecinos de ésta.”

Como consta en el acta de su bautismo recibió los nombres de José Jaime Sebastián, pero por mucho tiempo se le trató con el solo nombre de José. Lo conocemos como José María Vilaseca porque en algún momento de su vida, -cuando profesó como Paulino dice uno de sus biógrafos, añadió el nombre de María al de José, por la gran devoción que tenía a la Santísima Virgen.

Un acontecimiento que quedó muy grabado en el corazón de José María Vilaseca fue el hecho de que su madre lo llevó al monasterio de Montserrat cuando apenas cumplía dos años de edad. En el camino sufrieron un accidente y el carruaje en que viajaban estuvo a punto de caer en un gran precipicio. Su madre invocó a la Virgen de Montserrat y, en aquel momento, recordaba el p. Vilaseca:

“Una mano invisible detiene el carruaje y salimos salvos y sanos del mayor de los peligros. Mi buena madre, agradecida, me consagró a María, y me decía con toda la fe de una madre católica: -No sólo eres mi hijo, sino que lo eres también de la Virgen de Montserrat, porque ella te salvó del mayor de los peligros."

José María Vilaseca terminó los estudios elementales, de primaria y secundaria, en un colegio dirigido por los padres Escolapios o de las Escuelas Pías.

No sabemos la fecha de su confirmación y primera comunión; pero según el testimonio de un sacerdote que convivió con él, cuando lo interrogaron en el proceso diocesano para su beatificación dijo:

“Cuando el padre Vilaseca se refería a su primera comunión, se notaba que se conmovía y enfervorizaba. También le oí referir que, desde niño, se había acostumbrado a frecuentar los sacramentos.”

Cuando andaba por los 13 años, la familia Vilaseca Aguilera se trasladó a Barcelona. Era el año 1844.

Al terminar sus estudios secundarios y para secundar los deseos de su padre, que quería que su hijo fuera un gran mecánico, el 3 de octubre de 1845, José Vilaseca se inscribió en la Escuela de dibujo lineal, para asistir a las clases que se impartían de 7 a 9 de la noche.


Esta Escuela de dibujo lineal era una de las 16 escuelas gratuitas que fundó y sostenía la Junta de Comercio de Barcelona con el fin de promover a la juventud obrera. El 18 de septiembre de 1847 lo encontramos nuevamente matriculado en la misma escuela para el curso 1847-1848. Aparece en la lista de inscritos con el número 105. Tanto en el curso 1845-1846, como en éste, aunque no se ha encontrado constancia de que haya presentado los exámenes finales.


En Barcelona su padre D. Jaime Vilaseca entró a trabajar en una de las grandes fábricas de hilados, como empleado y le ayudaba el entonces joven José María Vilaseca.

Un acontecimiento que influyó mucho en la vocación sacerdotal del joven Vilaseca, fue haber desempeñado el oficio de sacristán en la parroquia de Santa Ana, de Barcelona. El p. Santiago Canals y Llinás, sacerdote madrileño, ex-religioso vicentino, fue el cura de dicha parroquia desde el 27 de agosto de 1846, hasta 1879.

Otra circunstancia de la juventud de José Vilaseca en Barcelona, fue el haber pertenecido, siendo estudiante de filosofía, a una Sociedad de San Luis Gonzaga, dirigida por un santo sacerdote que procuraba animar a sus miembros para que fueran santos sacerdotes.

Tenían el ejercicio de la disciplina y, sobre todo, se ejercitaban en la meditación todos los días. El p. Vilaseca recordaba, después de muchos años, que allí predicó su primera plática explicando la frase del Evangelio de San Juan: Ecce mater tua. (He allí a tu madre)

“Cuando yo estudiaba filosofía, recuerdo que teníamos establecida la Sociedad de San Luis Gonzaga. A veces hacíamos nuestra disciplina, teníamos nuestra oración mental y éramos siempre dirigidos por un santo sacerdote, el cual procuraba hacernos siempre que fuéramos unas santos sacerdotes, y una de las prácticas que teníamos establecida era enseñarnos a predicar.” Plática a Misioneros Josefinos, enero 20 de 1889, t. 1, p. 340.

En otra ocasión dijo: “Yo todavía me acuerdo de las reuniones que teníamos en nuestra Congregación de san Luis Gonzaga. Allí fue donde prediqué mi primera plática. Todavía me acuerdo del texto: Ecce mater tua, fue en honra de la Santísima Virgen.” Plática a Misioneros Josefinos, junio 21 de 1889, t. 3, p. 38. 44.

Estudia latín y filosofía en el Seminario de Barcelona. No se tienen datos para establecer la fecha en la que José Vilaseca empezó a estudiar latín. Lo encontramos matriculado en el Seminario de Barcelona para el tercer año de latín, como alumno externo, en el curso 1849-50. Aprobó el curso con la calificación de sobresaliente.


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